16 de junio de 2012

algo está pasando... II


 
La Educación de una persona comienza en el momento que despierta a la vida y es capaz de percibir el mundo que le rodea y a sus semejantes; y continúa durante toda su vida.

Sus padres se encargan, por regla habitual, de esos primeros años; para, enseguida, compartir responsabilidad con la Escuela. Desde que se escolariza con 3 años hasta que acaba la obligatoriedad a los 16, son muchos los años que compartirá socializándose con otros niños y muchas las cosas que deberá aprender para seguir su vida de forma autónoma, para que tenga suficientes criterios de decisión y capacidad de mejora. Algunos siguen estudiando de forma reglada: Bachillerato, formaciones profesionales, universidades… pero todos deberán saber gestionar su vida con lo aprendido hasta el momento y saber continuar sus aprendizajes, sean del tipo que fueren.

No es fácil preparar bien a cada persona: todas son diferentes pero, en la Sociedad a la que pertenecen, todas comparten un lugar, un momento en la historia y unos valores comunes.

Nuestra sociedad ha decidido que sus vástagos se junten y aprendan a la vez conocimientos y valores. Ese lugar es la Escuela (sea Infantil, Primaria o Secundaria), que será el campo de entrenamiento para la vida: allí se realiza la principal transmisión de conocimientos científicos, humanísticos, artísticos y culturales por parte de especialistas, pero también es el lugar donde el niño –en su etapa de crecimiento intelectual y emocional hacia la adolescencia- experimenta la convivencia, la amistad, los conflictos y las pautas para su resolución vigilado y asesorado por los mismos adultos que les enseñan, maestros, profesores y psicopedagogos.

Sin embargo la Escuela no es el único medio de educación de las personas. Otros actores entran en juego en mayor o menor medida, desde los demás familiares, los amigos, los monitores de sus otras actividades, los libros y los videojuegos, los medios de comunicación, los mensajes publicitarios y subliminales y, cada vez más, Internet y sus redes sociales. Los padres o tutores seguirán toda su vida siendo los principales responsables y los encargados de dirigir sus indecisiones; pero la Escuela sigue estando ahí, como referente, como orientadora, como equilibradora, como estabilizadora de los valores que la Sociedad le ha encargado perpetuar y como preparadora, incluso estimuladora, de los nuevos integrantes de la Nueva Sociedad para que puedan llegar a mejorarla.

Estos ambiciosos objetivos de la Escuela no son gratuitos. El Estado invierte mucho tiempo y recursos en la mejor formación posible de los ciudadanos que habrán de tomar sus futuras decisiones. La regla de tres no falla en cuanto que mayor y mejor inversión asegura mayores y mejores resultados. Pero no es una ley matemática, los resultados no son lineales, ni inmediatos, ni visibles a corto plazo, ni cuantificables con varas de medir materiales. Una Sociedad no es sólo dinero, números, rankings económicos, PIB, renta per cápita… también lo es cultura, tradición, sentimientos, herencia, historia, comunidad. No queremos que nuestros futuros ciudadanos sean solamente eficientes y eficaces, ambiciosos y capaces, queremos también que sean buenos en lo que hacen y en lo que piensan, generosos, gregarios, solidarios, humanos. No olvidemos que España no se define sólo como un estado de derecho, sino como un “estado social y democrático de derecho”.

La Escuela ayuda a conseguir todo esto, la Sociedad la dota en ese punto de equilibrio precario entre la inversión –material y personal- y los resultados previsibles y constatables. No obstante, no es perfecta ni es garante de conseguirlo. No olvidemos que hay 4 pilares que la sostienen a la vez y que si falla uno solo el equilibrio se pierde, se agrieta su unidad y la ruptura es progresiva.

Esos 4 pilares que cimientan el edificio de la Escuela, en todas sus variantes son: los profesores y maestros, así como los alumnos, por supuesto, sus madres y padres y la Administración, entendida como conjunto de recursos materiales, económicos y humanos que posibilitan el encuentro alumno-profesor, creación de espacios físicos, gestión didáctica, cognitiva, humana y mantenimiento, con los medios y personal necesarios.

Llegando el final de nuestro curso, nuestras conciencias están tranquilas: todos los implicados hemos hecho nuestro trabajo y lo hemos hecho bien. Los profesores hemos enseñado conocimientos y valores, ideas y soluciones. Los alumnos han estudiado, se han esforzado y han aprendido. Los padres los han ayudado, los han guiado, los han hecho crecer con amor y con disciplina. Y la administración ha provisto los medios para que esto fuera posible, aunque no todos. En conjunto, la Escuela sigue funcionando e intenta mejorar poco a poco. Todos queremos una Escuela de Calidad y todos trabajamos para mantenerla.

Es evidente que no hay más sordo que el que no quiere oír, ni alumno que aprenda si no quiere, pero es el conjunto de todos los factores el que posibilita que tras 13 años de su joven vida una persona consiga ser persona. No depende de un solo factor, ni de un solo recurso, ni de un solo pilar.

Estamos en un momento de recesión económica, de crisis de valores, de recapitulación y de incertidumbre. Las circunstancias hacen peligrar esa unidad de la Escuela y difuminan su proyección de futuro. Igual que el corazón bombea sangre con más fuerza hacia las piernas cuando hay que escapar de un peligro inminente, el Estado ha decidido bombear dinero con más fuerza al sector financiero, sin pensar que esa sangre que le quita al cerebro, a la Escuela, va a provocar una anoxia en la actual generación, con el presumible riesgo que conllevará de merma mental-cognitiva-emocional y una deficiencia en la preparación profesional e intelectual de estos niños y adolescentes.

La Escuela se resquebraja, es un proceso que hace ya unos años que empezó, y no hay visión ni previsión de lo que conlleva por parte de los responsables del cuarto pilar, la Administración, la anterior y la actual. Ahora, se pretende dar equilibrio inmediato a otros pilares de la Sociedad, pero está hipotecando su propio equilibrio futuro y las posibilidades de mejora. Tal vez, en vez de correr, deba afrontar el peligro de frente y matar a la bestia.


Manuel Clarimón

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